“Yo te busco en mi barco de papel
que naufraga cuando no te puedo ver
y se pierde en el silencio”
Para mí eras toda una leyenda. Me atreví a llamarte ese día para pedirte un consejo. Recuerdo dónde estaba exactamente: en el área verde de la casa en que vivía en El Portal, bajo los árboles, venciendo la timidez. Me dijiste inmediatamente que ibas hacia donde estuviera y nunca te fuiste de ahí. Busqué al artista y encontré un padre de lujo: cariñoso, cómplice, inspirador y con ganas de tener un hijo más.
Fuiste la ilusión y los pies en la tierra. Mi número de emergencias y el timbre a las ocho de la mañana exigiendo desayuno y un baño para bautizar. Fuiste la palabra precisa y la sonrisa perfecta.
Me enseñaste a protestar, a ser irreverente, y cuando se me iba la mano, soltabas tu risa inolvidable como prólogo del consejo oportuno.
Me enseñaste a un Ordóñez feliz de ser músico cada vez que tocaba contigo, me presentaste con orgullo ante tanta gente, me metiste en líos para ver si era verdad que yo quería lo que decía que quería, me llevaste donde nunca hice el esfuerzo de ir, porque creías en mí más que yo mismo. Ya entendí lo que decías y por qué lo hiciste.
Yo ni sé por dónde empezar a recoger mis pedazos. Me sentía grande cuando tú me veías grande. Tú eras mi público. Ahora deseo tanto un insulto tuyo, tus ocurrencias, la complicidad con tu “compadrito" tu guitarra de nylon, que me prestaste hecha mierda, la arreglé y luego decías que siempre la usabas, de jablador, como cuando me dijiste que “esto es suave, una gripecita” para no mortificarme, porque te encantaba ayudar, pero odiabas que te ayudaran.
Odiabas todo y amabas a todo el mundo. Te incomodaba ser amado. Por eso agradezco tanto tus reacciones cada vez que te decía “te amo”, que me respondías “eres mi hijo más querido”, porque ahora eso es lo único que consuela aunque sea un poco, y no creas que te voy a insultar. Estoy aguantando la tentación, porque me prometí que a partir de ahora solo te daré cariño, #pajodertelacabeza y te envuelvas en una sábana de cursilerías que describen muy bien lo que siento por ti.
Y lo peor es que doy esta carta por terminada y es una mierda, porque no tiene ni un uno por ciento de todo lo que siento y puedo decir. Pero ya habrá tiempo, Víctor José, ya habrá tiempo. Como dice Xiomara, dame por favor una señal, te lo ruego. Sin ti, me siento solo. Pero venceré el miedo que tanto señalabas para -coño- intentar continuar tu legado y hacerte sentir orgulloso de tu hijo, que va a seguir como decía el Ingeniero Chalinas: “luchando a brazo paitío”. Te prometo que no dejaré solos a Zobeyda, Ian y Amy, tus dioses y diosas, intentaré estar cada vez que me necesiten, porque encima me regalaste una familia, me endosaste a Pavel y Faride, te criticaré con Zobe, que me hizo caer en cuenta: te estás burlando de nosotros, pero como ella dice: “a mí no me impoita”.
Yo te amo, cabrón. Coño Vitico, ¿y ahora?