Hoy le conté cómo sentí la partida de Ivonne a otro futuro y aunque no lo quiera admitir, Loraine dejó evidencias de celos en la escena del crimen. Suspiró con más fuerza que siempre, tuvo un gesto inédito en su rostro y un ademán planificado con el cigarrillo. Una sonrisa fingida trajo a empujones la pregunta: “¿qué vas a hacer?”. Dije que “nada” como cerrando una puerta con llave, pero sin puerta y sin llave. Miré a los lados con el temor de que el día siguiente estuviera escuchando, escondido en algún lugar. Pero tuve la valentía de decírselo al corazón con menos colesterol de los dos. Nada, Loraine. “Ahora estamos aquí, esperando que el mesero traiga la piña colada”, no sé si me entiendes. Seguro que no, la cobardía pospone la explicación hasta nuevo aviso. Quiero ver tus celos más de cerca, tu violencia, tu apuesta. Tu pecho rojo sin camisa. Tus clases de economía siguen perdiendo la batalla contra mis deseos. Tengo una alcancía con tu foto dos por dos pegada en la cabeza del cerdito. ¿La puedo romper?
1 comentario:
:O me encanta como escribes, de verdad tienes un don.
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