Se fue la columna vertebral del arte dominicano, hoy se duermen nuestras caderas, nuestra temeridad. Se callan indefinidamente las armonías de nuestra tierra, las historias de nuestra gente. Se nos fue el corazón de plátano y cuerdas de guitarra. Queda una biblia musical, se va un alma que nunca encajó en los patrones sociales. Que Luis se vaya con sus alas hacia la felicidad eterna y que el terror quede enterrado. Gracias por tanto, nunca lo olvidaré, nunca cantaré como si él no hubiera existido.
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