Subimos las escaleras a tiempo, con la ciudad apagada. Otro regalo del destino. Estrenábamos la sábana y una ventana al paraíso. La familia en el piso de las tertulias y nosotros entre tres paredes rojas y otra con un agujero abierto. A expensas de la casualidad, a riesgo de curiosos. Qué bueno que le mentimos al futuro, qué momentos de sudor. Empezamos a cumplirnos fantasías, abandonamos las culturas, nos dimos en el pecho con una cola de bacalao, salté de espaldas a la bañera y quedó ese recuerdo suyo andando por la casa como un espíritu, con esa gracia de las cinturas y los cuerpos tallados por el calor. Escapamos, pero no tuvimos tiempo de acostumbrarnos a la libertad.
(Texto aparecido en el folleto de entrada a "Cola de Bacalao")
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