"La gente de los noventa como que no es la misma de los cincuenta"
Dr. Numbert Rice.
Hoy Me Desperté, 1998.
Se descompuso el paso de los peatones con el asalto súbito de dos enmascarados que fueron a pescar a Luis, el hijo del famoso empresario Lucho García, tirado por hombro y manga larga casi sin tropezar entre el asombro estático de la gente. Lo meten en un carro disfrazado de taxi y el tipo que conduce mira por el retrovisor la inexplicable serenidad del secuestrado, mientras el otro fuma y lo amarra.
-Descuiden –dijo el joven Luis-. Ni un pelo de mártir, sólo quiero que me dejen buscar bebidas y ropa.
Los secuestradores más sorprendidos de la ciudad, quisieron indagar y al final de quince minutos fueron a la tienda para que Luis comprara lo que quisiera, en vez de ir a caer presos a la casa familiar. El joven los entiende y saca la tarjeta que le quitarían los ladrones poco después de la compra.
Aficionado a las historias de secuestros, Luis se frota las manos pensando que su padre quizás ofrecerá por él más dinero que el que ofrecieron por Dick Monsalve en Oklahoma, en el verano de 1979. Los secuestradores pierden el pulso contra la curiosidad y preguntan a coro involuntario a qué se debe tanta ecuanimidad. El muchacho les cuenta su sueño materializado y ofrece contribuir. En el colegio ganó todos los premios de cooperación y dibujo. Sus compañeros le regalaban los comics de secuestros famosos cada cumpleaños.
Había motivo de celebración. Fueron a la tienda y en la compra incluyó varias botellas y siempre evitaba llamarles “ladrones” o cualquier sinónimo que habitara en la indignación de la gente.
El Tipo que Conduce se mostró escéptico al principio, hasta que pronto empezó a sentir celos al ver cómo su compañero se divertía jugando a las cartas con la víctima, rodeado de botellas desangrándose en las copas. Poco después, se unió a los partidos que se volvían cada vez más competitivos. – Cuánto quieres que pidamos por ti. – Dijo quien conduce-. – Tu padre ofrece ésto-. Y le pasó una hoja con las cifra anotada.
Luis se indignó. “Yo sabía que su hijo favorito era Carlos Eduardo”, es inaceptable, no hay negocio, ¿te has vuelto conformista? Y le pidió que desglosara sus gastos anuales. Además por Mathew McFarlane dieron más del doble en dólares, aquel invierno del ’82, en Filadelfia.
Además, papá había pagado mucho más por una finca en las afueras de la ciudad y no puedo creer que pague más por un par de vacas que por su hijo.
Dos días después, Luis era quien dirigía el proceso de negociación y los secuestradores se habían convertido en una especie rarísima de mediadores. Luis empezaba a incomodarse por la falta de sagacidad de quienes lo habían secuestrado y la gente que pasaba fuera del lugar escuchaba los brutales regaños que cometía contra ellos.
Atribuyó obligaciones en el modesto espacio elegido por los secuestradores y no se supo cuándo empezaron las ganas de irse del dúo más buscado por la policía.
– Mira, muchacho, puedes irte, el secuestro se acabó.
Luis, furioso, les advirtió que no iban para ninguna parte y los castigó por un par de días, hasta que desesperados, lo amenazaron con una pistola, tratando de obligarlo a escapar, pero no pudieron disimular la inexplicable incapacidad de matarlo y la repentina falta de experiencia con el arma.
El aborto del plan se complicó aún más, cuando en una ráfaga de autoridad, Luis les quitó una pistola y amenazó a los secuestradores con dispararse a sí mismo en una pierna, lo que provocaría la ira de toda la sociedad. El Tipo que Conduce supuso que los días por venir tendrían más de veinticuatro horas, así que sería más fácil si cooperaba.
El otro fue un poco más inteligente y trazó un plan de contra-ataque psicológico. Le explicó a Luisito que en todo este lío había descubierto que El Señor lo llamaba y que se elegía hombre muerto, en caso de que alguien le diera la opción de oveja descarriada o sangre. Apeló a la libertad y su capacidad de sermonear repitiendo las cosas hasta la desesperación del receptor fue letal ante el allante de Luis, que no se atrevió a dispararle cuando El Otro lo sugestionó de ahí-ahí.
- Tírame entonces, El Señor me protege.
- ¿Tú quieres que yo te pegue un tiro, loco del diablo?
- El Señor me protegerá.
- No me jodas, los mato a los dos.
- El Señor me protegerá.
El Tipo que Conduce se apresuró a interrumpir la conversación con un “Luis-yo-no-dije-ná” y a mí no me metas en su disparate, que yo estoy aquí tranquilo.
Luis recordó que mejor cuerno de vaca, que plumas de ángel y dejó ir a El Otro, quien le regaló una mirada burlona al que conduce, mientras recogía su ropa para marcharse.
El Tipo que Conduce, airado, le dibujó una nueva nariz en el rostro y aseguró que se quedaba a esperar que el mango cayera de la mata.
Y entonces, no he vuelto a saber en qué quedaron, pero estas camisas que pude cargar me quedan de lo más bien. Luis y yo “calzamos” igual en toda la ropa. Las oportunidades llegan flacas y hay que morder la masa. La libertad a veces se compra con cualquier cosa. La vaina es saber cuál es la moneda.
5 comentarios:
cuando va el proximo libro???
Si es verdad. Siempre me quedo con ganas de más!
um excelente conto
borges passa por aqui jj
Ojala me secuetraran Carmen Electra, Jennifer Love Hewitt y Amelia Vega. Que sea asi mismo yo caminando de lo ma tranquilo en la calle y que venga Carmen y de repente me agarre y me tira en la van u cuando lleguemos al lugar me amarren y me violen las tres asta ke casi me maten por ke yo me reusaria e hacer un video pidiendo rescate. Ahhhh :)
como dice mi idolo de las palabras, El Pacha: Aplauso! Aplauso! Aplauso! Aplausos!
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