miércoles, enero 04, 2012

Cómo veo el RDock

2011 y rock hecho aquí.


Creo que el rock dominicano atraviesa su época más prolífica. Recuerdo la etapa en que bandas como J.L.S., Guaitiao, Tabú-Tek, Tribu del Sol, Poket, Al Jadaqui y el eterno Toque Profundo escribían a base de discos y conciertos, una página memorable de la juventud contemporánea, creando el movimiento rockero en la gente, cosechando público, orejas que no se conformaban con sólo los hits tropicales.

Sin embargo, lejos de un grupo élite, hoy abundan las agrupaciones, solistas, reencuentros, discos, videos, aumenta la calidad técnica, la composición se nutre de letras mejor construidas, conceptos interesantes, y aún así, el desafío es cada vez más complejo.

La segmentación de la radio es tan necesaria para el público, como cruel con el rock. Apenas un par de emisoras colocan en su programación el material criollo. En las demás, basta escuchar una batería o una distorsión para que se termine la reunión de entrega de un sencillo.

Entonces los artistas tienen que recurrir a las redes sociales, blogs y páginas de internet en las que se descarga su música, con una estrategia de comunicación que se va desarrollando sobre la marcha, con la inversión de su propia crisis, en cada promoción, en cada concierto. Porque distinto al dembow o la bachata, no hay tantos productores ejecutivos ni managers relacionados al género, ni aparecen a menudo marcas que muestren importante interés de patrocinio funcional, más allá de poner un logo en el flyer.

Por eso, lo normal es que a un artista alternativo le cueste salir de su ciudad y llevar su trabajo a más dominicanos, y ni hablar de sostener una serie de eventos gracias a la colaboración de músicos y técnicos.

Aún así, hay cada día más material digno, y me atrevo a decir que en el rock local se han estado haciendo las mejores canciones dominicanas de los últimos diez años, a pesar de que Acroarte no les considere como compositores a la altura de El Cata o Joe Veras.

Así que tienen que hacer marketing sin un mercado definido, aún no sabemos si el público de los artistas de rock es rockero, si es seguidor de esa especie de movimiento, o si cada banda tiene su público específico y divorciado absolutamente de los demás. Es de los pocos géneros que se somete constantemente a cuestionamientos por su supuesto grupo de seguidores, con una crítica comparativa en sonido, concepto e innovación relacionada a las bandas internacionales más grandes (y multimillonarias), quedando los artistas locales en el limbo, a expensas de que oídos curiosos busquen y aprecien.

Pero el panorama, lejos de ser un monstruo invencible, es sólo una constelación de obstáculos que serán fáciles de vencer, porque lo más importante, que es la música, se trabaja con cada vez más seriedad, pasión e identidad, aparte de que hay cierta conciencia del manejo de imagen, pues una gran parte de los rockeros se relaciona permanentemente con los medios de comunicación y la publicidad. Nada que una buena planificación estratégica e inversión importante no puedan resolver.

Por algo, los rockers son los primeros a quienes se llama cuando hay que generar apoyo a una causa social, en las que generalmente se aglomera una gran cantidad de personas que demuestran conocer y apreciar su trabajo. Entonces, queda entre una serie de interrogantes, el cómo lograr que esos miles de personas mantengan una relación de fidelidad con estos artistas que ya le cantan a las cosas de interés de todo el pueblo.

Y entre las luces al final del túnel, está el hecho de que artistas populares, sobre todo los merengueros, quieren ser cada vez más rockeros. Recordemos que en los últimos dos años, varios de los conciertos más importantes consistieron en este particular "crossover", con gente como Los Hermanos Rosario, Eddy Herrera, Toño Rosario, entre otros, arriesgando el baile por querer despertar esa guitarra eléctrica que llevan en algún lugar por dentro. Sin embargo, todos han hecho lo mismo: arreglar sus canciones en rock. Simple.

Entonces la prensa tiene que jugar un papel más consciente del arte, escuchar, observar, asistir, detenerse a escribir sobre la instrumentación, las sorpresas que aguardan en algún compás, el planteamiento conceptual, y muchos otros detalles. Aunque hay una minoría de periodistas con categoría y sentido común, la mayoría debe cuanto antes entender la importancia de su papel en la educación artística de la gente, tienen que ser menos farándula y más arte. No es sólo publicar que salió un disco, es analizarlo, mostrar sus matices y objetivos. Los cronistas de arte deben entender que la calidad es más importante que la fama.

La búsqueda de la fama vacía le ha hecho mucho daño a todos los géneros musicales. Si no, pregúntenle al merengue, al hip hop, o a la bachata que evoluciona con tanta lentitud. Un cantante de hip hop sabe que si hace una canción buena, debe hacer cinco que no le gustan para tener éxito. A eso le llamo desconstrucción.

Escuchar a Pablo Cavallo, Diego Mena, Los Violetas, Cerobit, Nelson Poket, Poolpo, Bocatabú, Zoom, Vohké, Toque Profundo, Juango Dávalos, Sociedad Tabú, Alex Ferreira, Sociedad Anónima, Marel, Pavel, El Trío, Nux, Bar Calavera, Marte O Venus, Vicente, Rob, Covi Quintana, Teriyaki, Las Acevedo, La Kereya, Jaime, Kaim, y un montón que seguro estoy olvidando en este instante, es de alguna manera darle sentido a quienes lo dieron todo por una mejor canción hace décadas, es proteger la intención de grandes como El Terror, Patricia, Xiomara, Toné, de dejar una huella medible en el futuro. De lo contrario, la música que nos definirá como época, será sólo mambo violento.