sábado, julio 18, 2020

Vitico


Foto: Sahira y Geber.




“Yo te busco en mi barco de papel

que naufraga cuando no te puedo ver

y se pierde en el silencio”


Para mí eras toda una leyenda. Me atreví a llamarte ese día para pedirte un consejo. Recuerdo dónde estaba exactamente: en el área verde de la casa en que vivía en El Portal, bajo los árboles, venciendo la timidez. Me dijiste inmediatamente que ibas hacia donde estuviera y nunca te fuiste de ahí. Busqué al artista y encontré un padre de lujo: cariñoso, cómplice, inspirador y con ganas de tener un hijo más.


Fuiste la ilusión y los pies en la tierra. Mi número de emergencias y el timbre a las ocho de la mañana exigiendo desayuno y un baño para bautizar. Fuiste la palabra precisa y la sonrisa perfecta.


Me enseñaste a protestar, a ser irreverente, y cuando se me iba la mano, soltabas tu risa inolvidable como prólogo del consejo oportuno.


Me enseñaste a un Ordóñez feliz de ser músico cada vez que tocaba contigo, me presentaste con orgullo ante tanta gente, me metiste en líos para ver si era verdad que yo quería lo que decía que quería, me llevaste donde nunca hice el esfuerzo de ir, porque creías en mí más que yo mismo. Ya entendí lo que decías y por qué lo hiciste.


Yo ni sé por dónde empezar a recoger mis pedazos. Me sentía grande cuando tú me veías grande. Tú eras mi público. Ahora deseo tanto un insulto tuyo, tus ocurrencias, la complicidad con tu “compadrito" tu guitarra de nylon, que me prestaste hecha mierda, la arreglé y luego decías que siempre la usabas, de jablador, como cuando me dijiste que “esto es suave, una gripecita” para no mortificarme, porque te encantaba ayudar, pero odiabas que te ayudaran.


Odiabas todo y amabas a todo el mundo. Te incomodaba ser amado. Por eso agradezco tanto tus reacciones cada vez que te decía “te amo”, que me respondías “eres mi hijo más querido”, porque ahora eso es lo único que consuela aunque sea un poco, y no creas que te voy a insultar. Estoy aguantando la tentación, porque me prometí que a partir de ahora solo te daré cariño, #pajodertelacabeza y te envuelvas en una sábana de cursilerías que describen muy bien lo que siento por ti.


Y lo peor es que doy esta carta por terminada y es una mierda, porque no tiene ni un uno por ciento de todo lo que siento y puedo decir. Pero ya habrá tiempo, Víctor José, ya habrá tiempo. Como dice Xiomara, dame por favor una señal, te lo ruego. Sin ti, me siento solo. Pero venceré el miedo que tanto señalabas para -coño- intentar continuar tu legado y hacerte sentir orgulloso de tu hijo, que va a seguir como decía el Ingeniero Chalinas: “luchando a brazo paitío”. Te prometo que no dejaré solos a Zobeyda, Ian y Amy, tus dioses y diosas, intentaré estar cada vez que me necesiten, porque encima me regalaste una familia, me endosaste a Pavel y Faride, te criticaré con Zobe, que me hizo caer en cuenta: te estás burlando de nosotros, pero como ella dice: “a mí no me impoita”.


Yo te amo, cabrón. Coño Vitico, ¿y ahora?



lunes, julio 23, 2018

1




-       No existe un animal más palomo que el tíguere de barrio, jefe.
-       Coño Paulino, ¿tú ‘tá en droga?
-       Es que el tíguere mata por diparate, roba por diparate, siempre jode a la fuente. Mi mamá siempre decía que “el que jode la fuente, se jode”.
-       Y el que habla mierda también se jode, Paulino, ¿tú no te ‘tá dando cuenta de lo jodío que ‘tamo?

Chindler ya no tenía tiempo. Hace unos años sonó para Jefe de la Policía, pero hoy solo era jefe de Paulino, un muchacho inteligente, pero que no tiene tigueraje. Cada vez les pasaban casos menos importantes, y su sexto sentido le decía muy claro “que esa era una señal medio rara”.

Paulino no tenía un pasado. Lavaba cada noche con champú su cachucha de las Estrellas Orientales. Desde que se cepillaba los dientes,  -¡ziap!- se la encaquetaba con esperanza.

-       Oye ahora, que a un riquito le robaron su computadora.
-       Ningún caso es malo, don. Lo que hay que hacer es resolverlo rápido.

Chindler tapaba la ventana cuando se asomaba con la mirada de quien lo sabe todo y por eso no cree en nada, con sus libras adquiridas a través de una permanente ambición gastronómica.

-       Don, lo que pasa es que a nosotros nos dan los casos para policías inteligentes. Los otros, se los dan a los otros.
-       ¿Tú me ‘tá diciendo gordo, Paulino?

Paulino arriesgó una sonrisa y a Chindler no le quedó más remedio que reírse. Ahí se pusieron a revisar la querella, huellas digitales, la víctima, todo lo que les permitiera “arrancar por el principio”, la frase de ataque de Chindler que Paulino odiaba, pero a la que otorgaba la sonrisa de cortesía de siempre, reacomodándose la gorra de las Estrellas. En el fondo, aunque no lo quisieran admitir, sabían que este trabajo no iba a ser demasiado fácil.

-       En esas hojas hay correos del carajito.
-       Sí, eso vi. ¿Quién lo diría? El tipo vive como en depresión.
-       Tan contento que se ve en redes sociales.
-       Tiene que buscar terapia urgente.
-       Qué va, que se meta su droguita y no llore tanto.
-       ¿Cómo así, Don?
-       Las terapias son más caras que las drogas. 
¿Tú has visto a un pobre dizque "tengo que ir a mi terapia"? Eso es de ricos.

Suena el celular. K.T., una policía que trabaja en coordinación, los llama y les confirma la asignación de un vehículo, durante el caso.

- Juye, vámonos Paulino, antes de que lo coja otro.


lunes, diciembre 05, 2016

Me Robán









lunes, marzo 16, 2015

Viene y Va




“Viene y Va”. Esta canción nace de una casualidad que aún me asombra. Un día disfrutaba a través de Youtube un impresionante trabajo de la coreógrafa de danza contemporánea Marianela Boan, una artista que admiro profundamente. Poco después, supe que ella había venido a vivir al país. Días más tarde, me llaman desde la recepción para decirme que alguien preguntaba por mí. Era ella, en persona, no nos conocíamos y había ido a buscarme para hacer la música de su nueva obra (de 2012), “Las Medidas de la Brisa”, inspirada en la poesía de Lezama Lima.

La obra trataba la polaridad de la brisa y la asfixia, planteando la primera como un fenómeno muy caribeño, y cómo aparece cada día la asfixia en la convivencia, en la rutina. Se refería a que la vida es tan liviana, que va constantemente hacia donde va el viento, por eso pasamos con tanta facilidad de la alegría al ocio, de la suerte al calor, de la nostalgia a cualquier otra cosa.

Era una responsabilidad demasiado grande aceptar un reto así, de una maestra como la Boan, así que intenté escapar varias veces y debo agradecerle que no me dejó. Me lanzó el reto mientras me brindaba ron cubano, como un disparo al amor propio: “un artista de verdad no tiene miedito. Le deja eso a los cobardes”.

Por supuesto, salí corriendo a buscar entre mis ideas, miedos, secretos, sueños, cualquier cosa que me ayudara a desarrollar “Las Medidas de la Brisa”, generando belleza, sonoridad, y al mismo tiempo que moviera un conjunto de cuerpos intensos, violentos, hermosos, de artistas que escribían en el aire lo que dictaba “La Profe”.

Pasé por la bachata, bossa, tango, vals, me dejé llevar por la brisa, y escribí la letra de un tirón, en no más de media hora, hasta terminar vacío, hasta que sintiera el ardor de la brisa en la cara, un dolor dulce y de elegante fragancia a las vainas de la vida.

Entonces, pasó el tiempo, trajimos al maestro Pablo Dacal, y mientras planificábamos la producción del nuevo disco, nos dimos cuenta de que si le encendíamos algunas luces, podía llegar a otras tierras más fértiles, sin perder la esencia, pero perdiendo mucha oscuridad. A medida que pasa el tiempo, los tipos como yo empezamos a ver que hay mucha ingenuidad en los versos sombríos, y buscamos matices más interesantes bajo la luz.

Y por ahí disparo algunas ideas que ojalá sirvan para debatir en el patio de alguien y condimenten una copa de vino o de buen ron a las rocas, porque tienen mucho de pregunta o de afirmación lista para poner la otra mejilla y que la vida nos demuestre si era poesía o mentira.

Esta canción me hizo replantear el concepto del nuevo disco, me obligó a escribir varias más, y lograr que el proyecto rebotara entre el pasado de la canción dominicana y mi presente personal.

En la grabación participan mis genios habituales, David (contrabajo) y Ely Vásquez (percusión), el mismo Dacal en la guitarra rítmica, el maestrazo Juan Francisco Ordóñez y nada menos que el maestro Sandy Gabriel en el saxo, junto a Apolinar Peralta (trombón) y Juan Gabriel Jiménez (trompeta).

Si escuchamos el demo original, nos damos cuenta de que la brisa la ha cambiado, como el tiempo cambia los cuerpos, y la puso en manos de árboles llenos de hojas y frutos que me dieron el honor de tocar mientras mi voz decía.


viernes, marzo 07, 2014

Tía Piky


Cuando era niño, nunca me llamó la atención Superman. Quizás porque siempre estuve rodeado de súper mujeres, o porque la visión de rayos X nunca fue tan poderosa como una carcajada de tía Piky que rebotaba en las paredes del patio y llegaba hasta el jardín del frente, en la Osvaldo Bazil, número cuatro. La recuerdo con las piernas cruzadas, un impecable peinado, traguito en mano, y mirando con picardía a tío Junio, por algún chiste entre ellos. Me asombraba cómo esa mujer que había pasado tanta historia, dolor, lucha, valentía, victorias y pérdidas, seguía siendo tallada por el tiempo con cada vez más belleza y alegría, sin perder un carácter impresionante.

Y fuimos creciendo con cada vez más historias increíbles, de guerrilla, de familia, de vecindario. Desde ser quien siempre agarraba ladrones en su calle, hasta intensas batallas contra militares asesinos, contra distintos tipos de crueles dictadores. Desde conversaciones inolvidables con Minerva, hasta bordar un pequeño mantel, o deshacerse con gracia de los testigos de Jehová o de algún famoso cantautor cubano al que hizo conocer el peso de sus manos.

Cuando se quitaba las gafas, se veían sus ojos de árbol con mil otoños y primaveras. Ojos que no miraban hacia atrás para llorar, que no perdían el tiempo, que seguían hacia adelante, como los discos de Lockward que empezaban una y otra vez, cada vez más afinados. 

Todo el mundo me hablaba sobre mi propia tía, me contaban mil historias que detonaban mi imaginación, como si fuera ficción, como si fueran cosas imposibles, como si fueran bellas mentiras. Sin embargo, ella nunca me habló de sí misma. Yo sólo la veía reír.

Entonces cerraba los ojos, y la imaginaba haciéndose los rolos con una mano y sosteniendo un fusil con la otra, para sentarse a hablar con sus amigos sin descuidar la posición de alerta. La soñé amaneciendo escondida debajo de la cama de un militar que la buscaba por toda la montaña, y no sabía que dormía sobre el peligro de perder la vida. O dejando que su compasión destruyera moralmente a un criminal; o con sangre en las orejas, trepada a un tanque de guerra. 

Pero también la imaginé haciéndose cada vez más fuerte en una celda, cancelando lágrimas para no regalar un centímetro de dolor a quien no lo merecía. Tejiendo ropa para sus compañeras, recogiendo sus libros mojados a presión por la ignorancia.

Recuerdo que siempre vencí al miedo, porque periódicamente recordaba que tenía como tía a la mujer más poderosa del universo. 

Tanto así, que la última vez que la vi, hace rato que había leído mis pensamientos con su visión de árbol. Respondió preguntas que no llegué a hacerle, venció a la naturaleza, para escribirme palabras que se quedarán tatuadas en mi alma para siempre. Pidió a la muerte que la dejara maquillarse, porque una mujer como ella no podía llegar "así" a ningún lado. Luego, salió volando, hacia la eternidad.


lunes, enero 27, 2014

Gracias





Después de mucho tiempo de búsqueda interna, de autocrítica, prueba, error, experimento, sentí que encontré un camino emocionante sobre el cual podían andar mis canciones. Era como llegar a casa, mirarme al espejo sin encontrar mucha diferencia, y encima, intentar que fuera útil más allá de mis ambiciones.

Entonces solicité la complicidad de un artista al que admiro para que tomara el timón del barco, mientras yo analizaba el mapa y encontraba las islas en las que nos detendríamos. El destino final venía a quemarropa, así que debíamos estar finos y acertar cada tiro.

Pero claro, no podíamos solos, el mar es inmenso, y sólo quedaba apelar a un equipo campeón para el despegue.

Hoy ya tenemos un repertorio grabado, listos para vacacionar en el país de la bachata-nova, y con todo en orden para llegar a puerto de la mejor manera.

Por eso, escribo estas cosas para agradecer desde el fondo de las almas, desde el centro de la tierra, a Rodrigo Muñoz, José Manuel Guzmán, Ilan Leiferman, Dani García, Pablo Dacal, Kike Grundman y mi increíble esposa, Carolina Jansen.

A los genios del mar, Allan Leschhörn, J.V. Olivier, Héctor David y Homero Guerrero, porque hicieron que este sueño fuera indestructible. 

Los ángeles de la guarda Tía Mary, Emil García y Jorge De Los Santos.

Por supuesto, a los maestros que nos regalaron su magia y la mejor energía del mundo, David Vásquez, Juan Francisco Ordóñez, Ely Vásquez, Sandy Gabriel, Leo Pimentel, Alberto Iznaga, Xiomara Fortuna, Rodhen Santos, Apolinar Peralta y Juan Gabriel Jiménez.

Un abrazo especial a mi querido hermano Milbert Pérez, que registró cada momento y dirige el documental, a la bella Delfinieves Batista, que siempre guarda nuestros movimientos. A la ¡mánager! Paola Desangles, por cuidar los pasos.

Y bueno, con un equipazo así, la Champions es una mano de bingo. 

A los amigos que pasaron a regalarnos su valiosa compañía, Janiomike, Carla Cranberry, Diego Mena, Gnómico, Isaac Ledesma, mi compañero de cada minuto Vicente Cifuentes y mi adoradísima Massielle Asencio.  


Este viaje recién empieza. ¡Gracias, gente querida!

jueves, octubre 10, 2013

Puede que Sí




Vivía junto a mi hermana Diana cerca del mar. Una noche, llegó Vicente (Cifuentes) a la sala, con cara de que algo bueno traía y rápidamente sospechamos que se trataba de una botella que tenía en la mano que no agarraba su vieja Godin. Sin embargo, en lo que llegaba el hielo y Diana se ponía ropa de can casero, reveló su felicidad de padre de nuevas canciones.

La primera que cantó fue "Puede que Sí" y antes de que terminara, ya brindábamos por el nuevo Vicente, que ahora llenaba su música de picardía, sentido del humor, sin perder la seriedad que siempre ha tenido en el planteamiento de sus ideas. Le pusimos la segunda voz ahí mismo (como a todas nuestras canciones) y nunca se quedó fuera de los repertorios.

Me sorprendió que no la incluyera en su disco, y quise dejar como antecedente este ensayo, para recordarlo el día que la grabemos para un disco juntos.

Como Vicente se fue a su tierra, quedaba una vacante vocal, así que busqué a un escritor sanjuanero, para tener el canto de alguien que sabe qué dicen las palabras: El Poeta Demente (Isaac Ledesma), amigo y cómplice del maestro Cifuentes.