lunes, marzo 16, 2015

Viene y Va




“Viene y Va”. Esta canción nace de una casualidad que aún me asombra. Un día disfrutaba a través de Youtube un impresionante trabajo de la coreógrafa de danza contemporánea Marianela Boan, una artista que admiro profundamente. Poco después, supe que ella había venido a vivir al país. Días más tarde, me llaman desde la recepción para decirme que alguien preguntaba por mí. Era ella, en persona, no nos conocíamos y había ido a buscarme para hacer la música de su nueva obra (de 2012), “Las Medidas de la Brisa”, inspirada en la poesía de Lezama Lima.

La obra trataba la polaridad de la brisa y la asfixia, planteando la primera como un fenómeno muy caribeño, y cómo aparece cada día la asfixia en la convivencia, en la rutina. Se refería a que la vida es tan liviana, que va constantemente hacia donde va el viento, por eso pasamos con tanta facilidad de la alegría al ocio, de la suerte al calor, de la nostalgia a cualquier otra cosa.

Era una responsabilidad demasiado grande aceptar un reto así, de una maestra como la Boan, así que intenté escapar varias veces y debo agradecerle que no me dejó. Me lanzó el reto mientras me brindaba ron cubano, como un disparo al amor propio: “un artista de verdad no tiene miedito. Le deja eso a los cobardes”.

Por supuesto, salí corriendo a buscar entre mis ideas, miedos, secretos, sueños, cualquier cosa que me ayudara a desarrollar “Las Medidas de la Brisa”, generando belleza, sonoridad, y al mismo tiempo que moviera un conjunto de cuerpos intensos, violentos, hermosos, de artistas que escribían en el aire lo que dictaba “La Profe”.

Pasé por la bachata, bossa, tango, vals, me dejé llevar por la brisa, y escribí la letra de un tirón, en no más de media hora, hasta terminar vacío, hasta que sintiera el ardor de la brisa en la cara, un dolor dulce y de elegante fragancia a las vainas de la vida.

Entonces, pasó el tiempo, trajimos al maestro Pablo Dacal, y mientras planificábamos la producción del nuevo disco, nos dimos cuenta de que si le encendíamos algunas luces, podía llegar a otras tierras más fértiles, sin perder la esencia, pero perdiendo mucha oscuridad. A medida que pasa el tiempo, los tipos como yo empezamos a ver que hay mucha ingenuidad en los versos sombríos, y buscamos matices más interesantes bajo la luz.

Y por ahí disparo algunas ideas que ojalá sirvan para debatir en el patio de alguien y condimenten una copa de vino o de buen ron a las rocas, porque tienen mucho de pregunta o de afirmación lista para poner la otra mejilla y que la vida nos demuestre si era poesía o mentira.

Esta canción me hizo replantear el concepto del nuevo disco, me obligó a escribir varias más, y lograr que el proyecto rebotara entre el pasado de la canción dominicana y mi presente personal.

En la grabación participan mis genios habituales, David (contrabajo) y Ely Vásquez (percusión), el mismo Dacal en la guitarra rítmica, el maestrazo Juan Francisco Ordóñez y nada menos que el maestro Sandy Gabriel en el saxo, junto a Apolinar Peralta (trombón) y Juan Gabriel Jiménez (trompeta).

Si escuchamos el demo original, nos damos cuenta de que la brisa la ha cambiado, como el tiempo cambia los cuerpos, y la puso en manos de árboles llenos de hojas y frutos que me dieron el honor de tocar mientras mi voz decía.