lunes, septiembre 07, 2009

Crash


Caminábamos riendo en medio del bosque más denso, nuestras manos servían para mantener el equilibrio y no sentir el frío abrasador de la noche que se avecinaba. Probamos distintos frutos de nuestras bocas, bebimos en profundos manantiales, perdimos el miedo a la sombra, nosotros mismos éramos un completo equipaje. Entre risas llegó la amenaza de la tarde que nos separó de golpe, la luna empezaba a nacer en el horizonte y me dijiste "ya no más", que sigues sin mí el camino. Para entonces, mi sangre había cedido a la altura, al hielo adherido al cuero cabelludo de la montaña, no me importaba. Me aventuraba feliz a descubrir lo que me aguardaba la noche, hacía un rato que no pertenecíamos al mismo viaje.

Pero entró la noche. El aullido de criaturas, el viento que soplaba violentamente entre las hojas, la lluvia ensordecedora y después el frío quebrando el abrazo de mi piel con mi piel, entonces el miedo. Tirado allí, recordé por qué reíamos cuando iniciamos el viaje, de los bolsillos salían los chistes que no te había hecho y en mi mente las canciones que no llegaron a mecer tus sueños.

Para cuando el frío acorralaba mis neuronas dejándome inmóvil, pasaste casualmente por allí y el hielo empezó a derretir, la noche a arrepentirse de su cuenta regresiva. Y con una sonrisa dijiste que no te siguiera. Entonces el hielo se derretía dentro de mí, había un incendio, los árboles tropezaban unos con otros, desesperados, viendo morir a los más pequeños. Yo aturdido, no me dejaba caer, puse una rodilla en la tierra y no perdía de vista el sonido de tu voz. Y esa voz que dice "vete" se mete en mi nariz como una ráfaga de oxígeno contaminado, que me mata y me da vida al mismo tiempo.

Pero ya no veo nada. La nieve empieza a apagar el fuego y ahora quema las heridas abiertas. El caparazón lo dejé tirado en algún lugar. No puedo moverme. ¿Y ahora?

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