miércoles, diciembre 15, 2004

Ascensor

Llegué a Naco, rumbo a la sexta planta del edificio Presidente. Me esperaba Carolina sentada en el sillón de la sala, al lado de la puerta, de frente al pasillo.

Animado, en el ascensor, tenía miedo de poner cara de culpable por el próximo crimen, pero Carolina sonrió con gesto de cómplice y barrió a sus hermanas a la habitación.

Nos sentamos al lado de la puerta, de frente al pasillo, en el sillón de la sala durante poco tiempo, porque en cuanto sus manos se lanzaron como serpientes obsesivas, perdimos las distintas nociones.

El mundo se volvió un crucigrama desorganizado, el ascensor una cama, el sillón un pasillo, el pasillo unas manos y el silencio una bienvenida calurosa, el calor en el botón seis y la escoba en un crucifijo que miraba disimuladamente tratando de pensar en criaturas que no tuvieran nombres de mujer, con el afán de preservar la imagen mercadológica del edén.

Llega la acción, tórridas batallas, un collage de desnudos para ciegos, un reconocimiento a tientas de las reacciones más generosas del placer a la luz del sol.

Luego salen del pasillo unas manos que juegan con el mundo a cajitas de cuadritos de colores, encajan todo de nuevo, los carros vuelven a existir y lamentablemente, los pies vuelven a servir para marcharme.

2 comentarios:

pvilas dijo...

Gracias, acabo de sufrir un derrame cerebral...

B.M.

Anónimo dijo...

Yo quisiera ser Carolina